Todos los días, bueno casi todos, llego con muchos bríos, mucho ánimo, mucho entusiasmo a mi trabajo. Bajo de mi auto y camino fervientemente hacia mi oficina. Pareciera que mis pies tuvieran alas. Abro la puerta de la oficina y entonces algo mágico ocurre. La silla al lado de mi escritorio me imagino que cobrara vida. Que abriera unos brazos ficticios, los extendiera y susurrándome suave al oído, me dijera: "ven, acurrúcate aquí".
Y entonces todo vale madres por ese día. Pues me echo en el sillón y no hay poder humano que me levante. Bueno sí, el poder de irme a tomar un cafecito, el poder de ir a hacer un poco de vida social con las secres, el poder de ir a comer unos ricos tacos grasientos, y el poder de a la hora de la salida, mis pies cobren nuevamente alas, me lleven a mi auto y éste a mi casa.
No tengo perdón. Pero en el pecado llevo la penitencia. (Casi) todos mis conocidos ganan más que yo, aunque le chingan más al trabajo. Algunos me entero por unas revistas que me llegan, ganan algunos premios, a la excelencia, al mérito, a la calidad.
Yo los únicos premios en los que me han premiado, han sido cuando me "premiaron" con ladillas, o con una gonorrea, jaja. Recuerdo que la enfermedad a la que le tenía yo auténtico pavor era la sífilis.
Eso quedó atrás. Años después llegó el ébola, el VIH, el AH1N1, la gripe aviar, la gripe porcina, el SAT, etc. Actualmente la mayoría muere de cáncer, de todos los tipos. Algunos mueren de influenza pero para no agrandar las estadísticas dicen que les dio un infarto.
Si yo muero de weba, dirán que me dio el síndrome de Cushing o un infarto al occipucio.
Les recomiendo vean "El club de los desahuciados". Al final, todos coincidirán conmigo que desde que nacemos estamos desahuciados.
¿Lo ven? llegué de ánimo impecable y ya me entró la depre, jaja.
Voy por un cafecito, black, noir.
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