Cuando voy a la playa, me gustan aquellas donde se mete uno al mar y 100 metros adentro el agua te sigue llegando a las rodillas o al pecho. En Acapulco hay una yendo hacia Puerto Marqués o en la zona diamante, ya no recuerdo bien. Soporto un poco aquellas otras en donde 3 metros adentro el agua te llega al pecho, y dando unos pasos más empiezas a sentir la pendiente hacia abajo. Hasta ahí llego. Más allá comienzo a panicar un poco o un mucho, dependiendo de la situación, si llego a perder fondo. Ni que decir si veo un agua mala o una mantarraya o una morena, ahí sí me cago, jaja. El otro día veía yo una especie de serpiente acuática y pies para qué los quiero. Ya después entendí que son pececillos que se te acercan para comer, y con el movimiento del agua y la luz del sol pareciera que son víboras marinas. En alguna ocasión en Huatulco, una ola me revolcó gacho y eso fue motivo suficiente para no volver a entrar a esa playa. En general si me dicen o leo que una playa es peligrosa, procuro no tentar al diablo. Lo admito, soy un cagón, jajaja.
Cuando veo películas como esa de Mar Abierto o documentales de la Guerra del Pacífico en donde los pilotos estadounidenses o japoneses que eran derribados, si tenían suerte morían en el avión y si no, ahogados, deshidratados o comidos por tiburones, pues me pongo a pensar que no sobreviviría ni 1 hora en aguas profundas.
Aparte del mar si me llegan a proponer que el rappel, que la tirolesa, que el parasailing, bungee, planeador, etc., paso sin ver. Es más ni la banana o la montaña rusa me gustan. Al avión me subo a webo, no por gusto. Y la vez que me subí al ferry, iba yo blanco como la nieve. Tal vez hasta guacarié (los malos recuerdos trato de olvidarlos sin éxito).
Quiero pensar que todo está en los genes, que hay gente que le gustan ese tipo de emociones y otros simplemente ........................... nos cagamos, jaja.
Por ahí leí: venza sus miedos y practique esto o aquello. Bueno de que me de un infarto en el paracaídas a que me lo de en la cama con una güera voluptuosa, prefiero esto último. La emoción extrema en todo caso será para la güera, jaja.
Muchos de esos miedos ya los transmití, you know who (o es You know whom?) para bien o para mal. Mi único consuelo de no haber gozado nunca de esos placeres (sic) extremos, es el haber llegado a la edad que tengo (no a la que represento). Un poco de suerte, un poco el destino, un poco el ser cagón, pero heme aquí.
PD Ayer cuando me comía una torta llegó un perro famélico, me vio con una cara tristísima y yo no reaccioné a darle de comer. Hoy me volvió a suceder lo mismo y le convidé parte de mi torta. Espero no haberle causado un daño peor -entre el pan, los frijoles, la mayonesa, las rajas de chile-. Mañana espero acordarme y traerle algo más proteico y que él esté ahí. Tal vez en otra vida reencarne yo en perro famélico y alguien se apiade. O tal vez me den una patada en las corvas.
Y pensar que hay más de 50 millones de mexicanos en pobreza extrema, y unos 204000 que se enriquecen en la Bolsa de valores. Y por extrañas razones que no alcanzo a entender, me sigue causando más compasión un perro indefenso que los otras personas. ¿Será porque no las veo? ¿Ni las veo ni las oigo? ¿Será por la ingratitud eterna de la raza humana? ¿Nuestro egoísmo bastante arraigado? ¿Pésimas experiencias como aquella cuando le dí un bolillo a un pordiosero y me lo aventó diciéndome que lo que él quería era dinero?