lundi, mars 31, 2008

De La vida de los otros a la coccigodinia

Es lo que me gusta del cine, que de un lugar te lleva a otro completamente diferente, pero en muchos casos relacionado a algo que te acontece o que te interesa.

Este fin de semana no fui a ver ni "10,000 AC" ni la de "Horton y el mundo de los quién". Parte por los costos de ver cine en México, parte por hueva de desplazarme, parte porque finalmente creo que no me interesan tanto esas dos películas.

A cambio terminé de ver "La vida de los otros" en donde aparece como ya lo dije antes Martina Gedeck, de la cual me he enamorado, para variar. "La vida de los otros" me gustó. De hecho, me gustan todas las películas históricas o relacionadas a. El único "pero" que le encontré fue que antes de terminar de verla, en algún lugar de internet leí que no hay evidencia histórica de que en algún momento, entre 1950 y 1989, algún oficial o agente de la Stasi http://es.wikipedia.org/wiki/Stasi haya protegido a uno de los espiados considerados como subversivos. Eso le quitó interés de mi parte a la película en cuestión. Es decir, nunca sucedió lo que se narra en ella.

Cuando ví a Martina Gedeck, me gustó tanto que quise saber más de ella. Ojo, es una mujer madura. No imaginen ver a una Jessica Simpson o una Lindsay Lohan.

Así, supe que antes había actuado en "Las partículas elementales" y "Deliciosa Martha (Mostly Martha)" http://en.wikipedia.org/wiki/Martina_Gedeck . Una cosa lleva a la otra.
http://www.bibliopolis.org/resenas/rese0184.htm
"Las partículas elementales" se sitúa en un tiempo indeterminado, en la Francia de hoy mismo y también de pasado mañana, para hacer un diagnóstico de las sociedades europeas de principios de siglo que más parece una autopsia. La tesis de Michel Houellebecq, que alcanza su conclusión lógica en el inesperado capítulo final, es que Fukuyama tenía razón: hemos alcanzado el fin de la historia, la civilización occidental está agotada y nada tiene que ofrecer salvo artículos de consumo, ni sus ciudadanos otra alternativa que suscribirse a canales televisivos de pago o peregrinar a las áreas comerciales para combatir el aburrimiento.

Houellebecq, que es junto con Daniel Pennac la nueva estrella de las letras francesas, posee la rara capacidad de condensar en una novela los temores, esperanzas y frustraciones de la generación a la que pertenece con una eficacia que docenas de textos de sociología combinados no poseen y sin caer en efectismos fáciles. La peripecia de los dos hermanastros protagonistas apenas presenta estridencias, sus vidas se deslizan hacia el fracaso desde el mismo principio y ninguno de los dos, a pesar de las diferentes maneras de comportarse, evita que la soledad absoluta y la falta de objetivos sean sus últimos compañeros. Mientras van envejeciendo y adoptando distintos estilos de vida, estos miembros de la clase media-alta francesa nos permitirán asistir al abatimiento de los supuestamente privilegiados, su vacío, la crisis de las relaciones personales e incluso, al tiempo que se evidencia el ocaso del pensamiento burgués, mostrar la ridiculez de los sistemas que se le han planteado y plantean todavía como alternativa.

"Las partículas elementales" dista de ser una lectura cómoda. Plantea su tesis y la defiende con una solvencia que a más de uno le hará revolverse en el asiento. Tampoco ofrece asideros para esquivar el naufragio. Izquierdas, derechas, utopías, es igual: hay palos para todos. La sensación de callejón sin salida que provoca el libro puede resultar agobiante y el único pero que le encuentro es la falta de un toque de humor que suavice el trago. Porque si bien el último capítulo supone un insospechado final feliz, la forma en que se presenta (y que hace que nos demos cuenta de que todo el libro es ciencia-ficción y encima hard. Tiembla, Benford) contribuye a incrementar su impacto.

Como sólo consiguen las grandes novelas, ésta cambia la perspectiva del mundo de quienes la leen. Algo extremadamente valioso, una especie de equivalente adulto del descubrimiento de que los Reyes Magos son los padres. Y no menos puñetero.

Ramón Muñoz

El fin de semana traté de conseguir el libro de Houellebeck, y por supuesto en las librerías patito de mis rumbos no lo encontré. Lo que sí encontré fue la película. Aún no termino de verla. Pero, ummm Martina, si antes me gustabas ahora hasta me iría a vivir contigo, jeje. (Nótese la pinche superficialidad del pexipato, quien piensa [desvaría] que los roles tomados por las actrices son reales). Esta película hasta el momento me ha gustado mucho. Me identifico tanto con el menso de uno de los hermanos, que no es capaz de besar a una adolescente, como con el lujurioso del otro hermano, egoísta hasta la médula. ¿Estaré condenado a desaparecer? Jaja, típica perogrullada.

En la película sabemos, si es que la traducción estuvo bien hecha, que Martina sufre de una necrosis del cóccix. Tratando de saber las causas de una tal degeneración (toujours la soif du savoir, de connaître) arribamos a esta otra página http://www.netdoctor.es/preguntas/pregunte8.jsp?maidMostrar=1300&maidCarpeta=84&paginas=1 en donde el pexipato se entera por qué a veces le duele la cola o el culo. Una simple Coccigodinia. Espero no morir a causa de ello, preferiría morir arriba del guayabo, como ya lo he expresado anteriormente.

3 commentaires:

Angeek a dit…

Uyyy, vaya conexión!
Hace poco un joven que se inicia en esas cosas del estudio de las emociones y conductas humanas me platicó una experiencia-debate sobre este film y la "sonata para un hombre bueno" y sus significados.
Buen film pero en la vida real el famoso espía de la Stasi, Guillaume, no se conmovía con nada.
Muy bella la Martina.
Y a propósito del guayabo¿Creerás que yo conocí a una que sí murió de esa forma? Madurita y en su noche de bodas (la segunda boda, of course).

pez a dit…

es justamente lo que a mí me falla enormemente, no logro ver los significados profundos de las situaciones, solo veo la superficie, el barniz, a veces ni eso

tal vez sea yo un doxósofo, jeje

Teresita a dit…

Bueno algunas dudas se aclaran y otras se hacen más grandes, en fin es cuestión de investigar