Una sonrisa, no tiene precio.

Este fin de semana fue de centros comerciales. De hecho, todos los fines de semana lo son. ¿Por qué no podemos ser normales y quedarnos en casa, o ir a un parque, sin gastar? También fui a mironear a un Wal-Mart y a un Chedraui, aunque ahí no compré nada. Pero eso sí, llenos de gente dispuestos a embarcarse a un 12, 24 o 36 meses sin intereses, para comprarse la lavadora, el televisor, el aparato de sonido, o la estufa de sus sueños.

Estamos secuestrados por los "malls". Que dos cerquita al sur, otro al poniente, otro al norponiente. Pensar en no gastar es una tarea casi imposible. Ya me ví tipo pachón, el sábado le compré una tarjeta de memoria al celular, que de por sí toma fotos horribles. No entiende uno, un celular es para hablar por teléfono, no para tomar fotos.

El domingo nos fuimos al Sears. "Venimos por el aparatito" "Ah, es en servicio al cliente". Ahí había una cola tremebunda (de gente). Nos acercamos, todos mentando madres. Inmediatamente entendimos: vendieron más aparatitos de los que realmente tenían o iban a tener. Inmediatamente el pexipato se unió al coro de los mentadores de madres. "Vaya y anótese en la lista". "Vengo a anotarme" "¿Cuál es su nombre?" "Pexipato alias pez, pex, pescado. Del linaje de los pez y mixtas". "Oiga, a usted sí le llegó el aparatito. ¿Por qué está mentando madres?" "Por hocicón y porque me gusta ser solidario" N'hombre, quería meterme debajo de algún mueble (de la pena).

Eso sí una cajota, un méndigo aparatito, una cuentota a 12 meses sin intereses. Verle la sonrisa al pexipato jugando tenis en su casa, no tiene precio. Obviamente el pexipatito estuvo castigado el domingo y el lunes, sin derecho a usar el aparatito. ¿Castigado, de qué? De lo que fuera. Ni modo que él estrenara el jueguito.