EL PEZ POR SU BOCA MUERE

Esta expresión típica de Ave César (Carsellé), que por cierto me cae en la punta del pirrín (la expresión), aunque él no canta mal las rancheras, resultó cierta. Aunque para nadie es un secreto que el pez por naturaleza es hocicón.

Había yo jurado que dado el magnífico modelo económico que tenemos y la gran estabilidad laboral, esta navidad no iba yo a endrogarme comprando regalos para zutano, mengano y perengano. Pero mi esposa tuvo la brillante (sic) idea el viernes de noche de ir a una gran barata (sic) de una tienda comercial, y aunque ahí no compré nada, sembró la semilla del mal. Viendo a todo mundo endeudarse alegremente con sus tarjetas, el pez pensó (sic): ah, chingá, y por qué yo no?

Así que el sábado, y ya con la conciencia limpia de que había pasado el día mundial de no comprar, y con los ahorros generados al no donar nada para el teletón, sopas¡ a endeudarse. Regalitos para las dos secres del jefe, por aquello de que si me corren, por lo menos me avisen ellas un jueves y no el viernes como mal acostumbra hacerlo Argos. Regalito para mi mamá (sí, aunque algunos lo duden, el pez tiene). No negarán, que aunque uno no quiera, hay regalos obligados, so pena de que de no hacerlos le den a uno purgante mezclado en el chocolate con la rosca de reyes o lo dejen sin cenar el día 24.

Haber hecho esto, simplificó grandemente las cosas. Ahora ya nada más me faltan, los regalos de: mi esposa y mis hijos (el real, turtle, perra, los canarios aún no piden nada), mis suegros, mis hermanos, mis cuñadas y cuñados, mis concuñas y concuños, mis tías, el jardinero del edificio, el portero, el vigilante, el de intercambio que organizan en el trabajo, el del jefe y subjefe, el de los sobrinos y sobrinas, el de las queridas bloggers (por suerte, éste, virtual). Ufff, me encanta la Navidad. Pero ya llegará la cuesta de enero-junio, jeje